viernes, 17 de enero de 2014

FILOSOFIA Y POESIA



Por Rodrigo Gómez M.



Se podría decir simplificando que la filosofía ha sido un espacio escritural para el ejercicio de la razón y la poesía para la expresión de la vida afectiva del hombre. Aunque ambas formas de escritura han tratado sobre los temas más profundos de la existencia humana (amor, muerte, pesar, soledad, etc.), la poesía permitió exponer el lado desviado del lenguaje que mejor se amoldaba a las pulsiones de lo inconsciente.

María Zambrano recuerda la “condenación de la poesía” a favor del Logos filosófico en Platón, que la lleva a “una vida azarosa y como al margen de la ley”. Allí comienza su “caminar por estrechos senderos, su andar errabundo y a ratos extraviado, su locura creciente, su maldición.”. Opone a su vez, lo súbito de lo poético, que se vincula directamente con el carácter de azaroso y circunstancial destacado por el surrealismo, frente a la vocación indagatoria y metódica de la actividad filosófica: “La poesía es encuentro, don, hallazgo por gracia. La filosofía busca, requerimiento guiado por un método.”

Uno de los momentos más importantes de diálogo entre poesía y filosofía, durante la modernidad, se concretó en la relación entre Hölderlin, Hegel y Schelling. Las inquietudes intelectuales de los tres son muy cercanas. Hölderlin asiste a las clases de Fichte. De hecho le escribe el siguiente comentario a Hegel sobre el pensamiento de Fichte: “Su Yo absoluto (=Sustancia de Spinoza) encierra toda la realidad. Es todo y fuera de él no hay nada. Por tanto, este Yo absoluto no tiene objeto; de otro modo, no encerraría toda la realidad. Pero una conciencia sin objeto es impensable […] De modo que una conciencia es impensable en el Yo absoluto, como Yo absoluto no tengo conciencia, y, en tanto en cuanto no tengo conciencia, soy nada (para mí) y el Yo absoluto es (para mí) Nada.” En El más antiguo programa sistemático del idealismo alemán, se exponen vínculos y relaciones claros entre lo poético y lo filosófico: “Estoy convencido de que el acto supremo de la razón, al contener ésta todas las ideas, es un acto estético, y de que verdad y bondad sólo se pueden hermanar en la belleza. Precisamente el filósofo debe poseer tanta fuerza estética como el poeta.”, o: “La filosofía del espíritu es una filosofía estética. No se puede ser lúcido en ningún ámbito, ni siquiera se puede razonar lúcidamente sobre la historia, si falta el sentido estético.”. Luego se añade la consecuencia que se derivaría al expandirse y encarnarse este sentido estético: “La poesía recibiría con ello una mayor dignidad y de esta manera finalmente llegaría a ser de nuevo lo que era en un principio: maestra de la humanidad. Pues no hay ni filosofía ni historia. Sólo la poesía es lo único que sobrevivirá al resto de las ciencias y las artes.”

Schelling en Filosofía del arte  precisa el sentido idealista de la poesía: “La forma general de la poesía es la de representar las ideas en el discurso y el lenguaje.” Schelling entiende el lenguaje como “el símbolo más adecuado para el acto absoluto del conocimiento, pues, por una parte, éste aparece en el lenguaje como ideal, no real, igual que en el ser, aunque, por otra parte, se integra a través de algo real sin dejar de ser ideal.” Con respecto a la relación misma entre poesía y lenguaje, Schelling afirma: “El lenguaje en sí mismo es el caos con que la poesía debe formar los cuerpos de sus ideas. Pero como cualquier otra obra de arte, la obra poética debe ser algo absoluto en lo particular, un universo, un cuerpo físico.” Más adelante reflexiona sobre la poesía lírica en particular. Agrego aquí algunas de sus ideas al respecto: “La poesía lírica es en general la representación de lo infinito o general en lo particular.”. “Como la poesía lírica es la especie poética más subjetiva, en ella predomina necesariamente la libertad. Ninguna otra especie está menos sometida a la coerción. Los desvíos más audaces de la sucesión ordinaria en el pensamiento le están permitidos, y sólo se trata de mantener una conexión en el ánimo del poeta o del oyente, y no objetivamente o fuera de él.”. “El en-sí de toda poesía lírica es la representación de lo infinito en lo finito, pero, como sólo se mueve en la sucesión, la oposición entre lo infinito y lo finito surge, diríamos, como principio interior de vida y movimiento.” (Trad.: Virginia López-Dominguez. Tecnos, 1999. Madrid.)

Por otra parte, uno de los principales integrantes del llamado “círculo de Jena”, Friedrich Schlegel en Conversación sobre la poesía, apunta a un antiguo e importante vínculo entre poesía y filosofía que se dio en Grecia: “En aras de la exhaustividad debo mencionar que las primeras fuentes y modelos del poema didascálico, los intercambios recíprocos entre poesía y filosofía, se deben buscar también en la época de florecimiento de la cultura antigua: en los himnos de alabanza inspirados en la naturaleza de los misterios, en las ricas enseñanzas de las sentencias gnómicas relativas a lo social, en los poemas omniabarcadores de Empédocles y de otros sabios e incluso en los simposios, en los que la conversación filosófica y su representación se vuelve por completo poesía.”. Y a través de los personajes de este cenáculo ficticio, resalta más de una vez la importante y beneficiosa influencia que Spinoza debería tener sobre un poeta, claro que sin especificar muy bien en que sentido, salvo por lo que se considera su carácter místico.

En la introducción del libro Filosofía y poesía: dos aproximaciones a la verdad, compilado por Gianni Vattimo se observa que con la poesía nos alejamos de un riesgo filosófico: “el de ser rebatidos en la argumentación o sobre cuestiones de hecho”.
Una contraposición moderna entre Heidegger y Celan, como la que hace notar Paulo Barone en un ensayo posterior de este libro, subraya una diferencia importante entre ambos: Heidegger “confiaba en una lejanía esclarecedora” con respecto al saber, en cambio Celan “insistía en la palabra inmediata (das unverzügliche Wort).” Las dos posturas estaban representadas, en cierta forma por el weitsichkeit (pensar distante) de Heidegger, y el Brennpunkt o punto focal de Celan. Por otro lado uno de los conceptos claves de Heidegger, con respecto a -y en contra de- la sustracción metafísica del Ser, será el acontecimiento (Ereignis), que es precisamente el momento en que el Ser puede realmente ser reconocido, ya que el Ser es movilidad y sólo se da en el presente, un presente que se reconstituye permanentemente. Y es el presente precisamente lo que pretende capturar Celan poéticamente. De hecho busca dar consistencia a un “estado de cosas irrepetible y único”, con el recurso de emplear o señalar una fecha en el texto. Y aquí Barone señala una clara vinculación entre Heidegger y Celan: “el presente transitorio, concentrado en las fechas de Celan, define el presente perpetuo de Heidegger, al impedir que en su oscilación, no ulteriormente reducible y por lo tanto infinita, se pierda la percepción misma del aspecto “pequeñísimo y sumamente huidizo” de las cosas.”
Precisamente Gaetano Chiurazzi en otro ensayo contenido en este libro, titulado Los sentidos del ser: incluye una cita de “Ser y tiempo” en que Heidegger señala que el fin específico del discurso “poético” sería la “comunicación de las posibilidades existenciales de la situación emotiva, es decir la apertura de la existencia”. Luego de referirse a  la cualidad cuestionadora del arte, Chiurazzi concluye una relación directa entre el rol del poeta y el del filósofo ya que, en la perspectiva heideggeriana, la actividad filosófica de la pregunta por el Ser surge precisamente a partir de un estado de ánimo fundamental, que es la angustia, y, como se mencionaba antes, el discurso poético para Heidegger es una comunicación existencial a partir de una huella emocional, por lo tanto ambos lenguajes provienen de una apertura sensible del ser-ahí, y se dirigen hacia sus ecos experienciales.
Termino precisamente con dos fragmentos suyos contenidos en Pensamientos poéticos (Herder, 2012):

EL POETA

regala al pensamiento de la pregunta por el ser
                                                         para su paso atrás
                                         las palabras conductoras.  

                                                             *

El paso atrás del pensamiento
                poniendo ante el reservamiento
                                       del apropiamiento, que usa de nosotros y nos necesita,
                                                                desde el ámbito de la potestad capacitante

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